sábado, 30 de octubre de 2010

El cafecito de la esquina

Era un día de esos que uno necesita salir al aire libre porque sabe que no puede pasárselo entre 4 paredes.
Estaba ideal para jugar al golf. Carlos había empezado hacía muy poco, su padre le había regalado una vieja bolsa de palos que sólo necesitaban una pulida.

Su mujer ya tenía planes con las amigas y los hijos siempre tenían planes, más un día como el de hoy, perfecto para 7 horas seguidas de esa consola de juegos que se ganaron con alguno de esos cereales que tienen animalitos en las cajas.

Iba a ser un día perfecto. Sol. Golf. Tranquilidad. No es que su vida no fuera tranquila, pero la vida en familia tiene sus sacudones.
Era un tipo simple, se ocupaba de sus cosas. En su casa no sobraba nada, pero tampoco faltaba.
Dicen que no es más feliz el que mucho tiene, si no el que poco necesita. Él era uno de esos.

El auto no arrancó, algo con el alternador de la batería, si no es que eran dos cosas distintas. Siempre pasa algo con “eso”.

Nada iba a detenerlo, se pidió un remise. Se acomodó en el asiento de atrás y disfrutó del viaje.
El pasto era de un verde especial. Que buen día lo esperaba.
Ya tenía todo preparado para salir.

- ¡Carlos! No lo puedo creer! ¿Sos vos? Loco estás hecho mierda! Jajaja Dame un abrazo
- ¿Cómo andás Martín? Pasó mucho tiempo. Nos egresamos en el 83.... 27 años.
- ¿Estás por salir? Vamos juntos. ¿No ibas a salir solo, no?
- Bueno, no se. Iba a tirar unas pelotas tranqui con este día tan bueno.
- Pero nooooo, no seas gilún. Vamos juntos que va a ser mucho más divertido de a dos.

Carlos no quería rechazar la oferta tan generosa de alegrarle la tarde que le hizo su viejo compañero de colegio a quien no vió nunca más y que casi no recordaba. ¿De qué podrían hablar? Nunca tuvo mucha relación con él.

El ritmo de Martín le resultó medio acelerado, pero le pudo seguir el paso hasta que terminaron.

- No te podés ir a tu casa ahora eh. Acá cerca tengo un bulo tremendo con vista al río y toda la movida. Vamos a tomar algo ahí. Vas a tomar whisky del bueno.
- La verdad es que no tomo mucho whisky y Mariana ya debe haber vuelto. Ibamos a tomar la merienda juntos en el cafecito de la esquina, tiene unas mesitas afuera que nos encantan. Lo dejamos para otro día si te parece.
- Pero noooo, ese barsucho es una tristeza jajaja! Si me decís que ibas a tomar un té inglés en el Museo Nacional de Arte Decorativo, ahí en Libertador y Pereyra Lucena vaya y pase. Pero ese cafesucho… Aparte podés ir cualquier día!
- A nosotros nos gusta eh.
- Bueno, mirá, vamos a tomar algo rapidito así conocés el bulo y después te acerco y podés hacer las dos cosas.
- Bueno, dale. Hagamos eso...
- Vos no tenés ganas porque nunca viniste. Ya vas a ver.

El “bulo” era realmente increíble. No se podía negar. Un poco ostentoso. Pero el buen gusto y la calidad estaban en todos los detalles.

- La verdad es que está muy lindo eh.
- Seh, a full. Lo decoró mi jermu. Bah, mi ex. Se enteró que me escapé a Bariloche con la atorranta de mi secretaria y me dejó la muy turra. Mejor, ahora tengo piedra libre para hacer la que quiera sin que me jodan.
Vamos que te voy a mostrar el pozo que estoy haciendo. Voy a clavar una pileta grosa en serio, va a ser la más grande que hayas visto.

El hielo resistía lo más que podía, pero de todas formas se iba diluyendo. El whisky los rodeaba casi por completo.

Cuando llegaron al pozo se dio cuenta que Martín iba en serio con lo del tamaño. Iba a ser difícil encontrar una pileta privada más grande que esa.
Martín insistió con sus incansables juegos de palabras y entraron a caminar por el pozo. Era un vacío gigante.
Las raíces lo raspaban. El vaso se le voló de la mano. Todo era golpes y violencia. Tardó unos instantes en saber que estaba cayendo por un agujero. Algo había pasado, a lo mejor era una grieta que quedó expuesta con la obra de la pileta majestuosa de Martín.

- ¿Estás bien? Martín. !Martín! ¿Estás bien?
- La puta madre boludo. ¿Qué carajo hiciste?
- ¿Nada, de que hablás? Nos caímos en un agujero que deben haber hecho los obreros.
- No seas boludo, esto estaba de antes ¿Para que van a hacer un agujero y taparlo con tierra?

El espacio donde estaban era bastante chico, pero se podían mover. La luz del celular de Martín permitía que se vean las caras de preocupación. El agujero por el que cayeron se tapó de tierra y piedras.

- No tengo señal, siempre lo mismo con estos hijos de puta. Tenemos que salir. Hay que empezar a cavar ya. ¿Cuánto aire te pensás que tenemos acá? No jodamos. O nos movemos o nos morimos. ¿Cómo te creés que llegué a donde estoy hoy? Dale pibe.
- Martín, tenés que tranquilizarte. Si cavamos mal podemos terminar totalmente sepultados. Acá hay bastante lugar, solo tenemos que pasar la noche y mañana la mañana cuando vengan los obreros nos ponemos a gritar y seguro que nos van a escuchar.
- No entendés nada vos eh. Siempre lo mismo. No se como terminaste el colegio. ¿Tu mujer estudió algo o es como vos? Acá no hay aire para aguantar hasta mañana. O cavamos o nos morimos.

La situación era tensa. Martín estaba fuera de sí, pero tenía razón. El aire no iba a alcanzar.
El primer intento de Martín por salir tardó muy poco en generar un pequeño derrumbe. La piedra que le dio en la cabeza lo hizo reaccionar. Los 2 tenían razón. Cavar tampoco era una solución.

- Mirá, lo que te voy a decir es muy drástico. Ya lo se. Pero uno de los dos tiene que dejar de respirar para que el otro pueda seguir haciéndolo.
- No Martín, pará un poco. No seamos extremistas.
- Ok, preferís que nos muramos los dos. Perfecto. Muy considerado eh.
- Y bueno. ¿Si uno tiene que morir, a quien le va a tocar?
- Carlos, es obvio papá. Pensá un poco. Tengo 2 compañías. Sabés la gente que depende mi? Yo me muero y se cae todo a la mierda. De mi depende la vida de 250 personas fácil. Si vos te morís tu familia cobra el seguro de vida, Mariana se vuelve a casar y listo. Es básico. Si me muero yo dejás más de 200 familias en la calle. ¿Vos podrías vivir con eso? ¿Te pensás que para mi sería fácil tener que ver como te matás y quedarme con vos muerto acá hasta que me rescaten? Pero me sacrifico. No elijo la salida fácil. Hago lo que es mejor para todos.

Por un rato se quedaron callados.
Carlos no podía creer los delirios que había escuchado y no le gustaban nada.
Él no quería morir. Nada más quería merendar con Mariana en el cafecito de la esquina que tanto les gustaba.

- La verdad es que no hay 200 familias que dependan de mí. Sólo una. Verlos cada mañana me llena de alegría. Mariana me prepara el desayuno con una sonrisa que me alimenta el alma. Los chicos cada día están más grandes, pero me siguen abrazando antes de salir para el cole con el mismo amor que lo hacían a los 5 años. Son lo más importante en vida. ¿A vos te parece que esa es poca razón para no querer morir? - Carlos sentía el desprecio con el que Martín se refería a su vida y esto lo molestaba - A vos quien te va a llorar? Nunca pensé que te iba a terminar diciéndote esto. Pero esas familias pueden conseguir otro trabajo. Mis hijos no pueden conseguir otro padre y tu ex mujer, a la que cagaste, seguramente ya haya conseguido tu reemplazo.

Martín sabía que nunca había sentido lo que expresaba Carlos de su familia. Pensaba que era cosa de las películas. Pero además de eso, las palabras de su antagonista lo llevaban de tener todo a no tener nada, lo hacían sentirse vacío. Carlos lo estaba despojando de todo. Lo había dejado herido y ahora se quería vengar.

- Carlitos, Carlitos. No me vengas con cosas profundas capo. ¿Alguna vez saliste de este país? Yo recorrí el mundo, sabés la historias de vida que tengo? Yo viví la vida en serio. Minas, guita, viajes, amigos, joda, las hice todas. Vos, dándotelas del romántico enamorado te la pasaste de tu casa al laburo y del laburo a tu casa. Me juego las pelotas que no te bancás a tu jefe y que te tiene cagando. Por eso te gusta tanto tu casa, porque cuando salís, sos un forro más. En cambio, para mí, el mundo es mi casa.

El tiempo seguía pasando y el oxígeno estaba cada vez más pesado. Martín miró su rolex, faltaban 12 horas por lo menos para que lleguen los obreros. No quedaba mucho tiempo. Había que actuar.
Carlos prestó atención a Martín cuando miraba su reloj y supo que la situación se iba a poner fea.
Apagó la luz de su celular. El asunto se puso más oscuro.

- ¿Ah sí? - Replicó Carlos. - Ahora estamos acá, y somos lo mismo. ¿A vos te parece que cambia algo lo que hayas hecho o dejado de hacer? ¿Te pensás que la frase “¿Quién te quita lo bailado?” es posta? Es una frase de consuelo. Ahora acá, nada de todo eso cuenta. Somos 2 tipos que nos vamos a cagar muriendo enterrados vivos.

Martín se quedó callado. La tensión cortaba el aire. La oscuridad era total, pero se podían ver.

- Decí lo que quieras. Ahora estamos igual, eso es verdad. Pero yo tengo los recuerdos de mis sueños cumplidos, vos tenés los sueños que recordás que nunca cumpliste.
- Si, pero mis sueños eran con la mujer que amo. En tus recuerdos seguro que sólo te acompañaba una fría botella de champagne.

Martín se entregó a un sentimiento de furia que nubló su mente. Recordaba donde había visto el vaso de whisky de Carlos, en un costado, estaba roto al medio. Encendió la luz de su celular. Tomó el vaso partido y lo cubrió con su mano. No lo podía mirar a los ojos, pero sabía que Carlos lo estaba viendo. ¡No era egoísmo, es sobrevivir, es supervivencia del más apto!

- ¿Para que querés ese vaso? ¿Por qué no lo dejás ahí mejor?

Necesitaba odiarlo para poder matarlo. No era tan fácil.
Su cabeza pronto hiló cientos de razones por las que debería hacerlo, Carlos se las estaba cantanto a viva voz, pero la que surcó y erosionó sus sentimientos fue esa sonrisa patética que dibujaba su boca cuando hablaba de esa familia que tiene.
Estaba listo, en un movimiento rápido, usando el vaso, podría desgarrar su cuello impunemente y la sangre brotaría como su odio hacia él.
Ya podía mirarlo a la cara, su ira y la adrenalina le daban fuerza y empuje, su respiración se aceleró y el corazón le bombeaba sangre hirviente. Lo miraba apretando los dientes. Estaba a punto de explotar en una catarata de vidrios, sangre y resentimiento.

- ¡Martín! ¡Martín! ¿Estás ahí? ¿¡Me escuchás!?
- Sí sí, ¡estamos acá! ¡No podemos salir! ¿Julito sos vos??
- Si, quédate tranquilo. Ya mismo pido ayuda.

Julito solía pasar por ahí a la tarde cuando sabía que Martín volvía de tirar algunas pelotas. Vio el auto, pero no lo podía encontrar. Por suerte el reflejo del vaso de Martín al lado del agujero llamó su atención. Los bomberos tardaron poco en llegar y la de Julito fue muy oportuna.

Pasaron algunas semanas, pero ellos no volvieron a hablar.

De a poco todo volvió a la normalidad para Carlos.
La tarde ya estaba cayendo, pero estaba cálido.
Que lindo era estar en el cafecito de la esquina que tanto les gustaba. Estaba con Mariana contándole sus planes de renunciar y empezar algo por su cuenta. Podría ser una buena oportunidad para ellos.
Iba a tomar el primer sorbo. Tantear la temperatura del café para no quemarse cuando escuchó una voz conocida.

- Mozo. Un cortado para ella y para mi uno en jarrito por favor.
- Que agradable es este lugar Martín.
- Sí viste, quería algo distinto... cambiar. Me lo recomendó un viejo amigo.



jueves, 28 de octubre de 2010

Un día de camping - 3ra parte


Sostuvo con fuerza un pedazo de madera de una silla rota y se lo clavó repetidamente en el pecho. El farmacéutico seguía vivo, o por lo menos no dejaba de moverse. Víctor estaba fuera de sí. Subía y bajaba su brazo violentamente, una y otra vez. Las astillas de la madera se unían a la piel de su mano. Solo logró conseguir detenerlo al errarle al pecho e incrustarle el pedazo de madera a través de un ojo. Él no lo notó en ese momento, no hasta después de haberle acertado 5 o 6 golpes más. Nunca se podía estar del todo seguro de todas formas.
Salieron de la farmacia, la ciudad ya no estaba tan desierta, media docena de seres mutilados los buscaba. Habían escuchado los gritos y golpes.
Víctor la tomó de la mano y entró corriendo al edificio aledaño. Subieron por las escaleras perseguidos por una estampida de grotescos personajes poseídos. Llegaron a la azotea y pudieron cerrar la puerta tras de si.
Sally no podía respirar, un ataque de histeria la dominaba por completo. Víctor trataba de calmarla, pero él tampoco estaba bien.
Los golpes en la puerta de la terraza no cesaba. Era probable que esas cosas sigan intentando entrar hasta que lo consiguieran.
Pasaron unos minutos cuando Sally dijo:

- Víctor. Tu herida se ha vuelto a abrir, pero no veo que haya sangrado.

Víctor entendió rápidamente que era lo que pasaba. Comenzó a palpar su cuerpo, sólo entonces ahí reconoció los pedazos de carne que le faltaban, producto de los mordiscos que le pudo atinar el farmacéutico. Le esperaba un futuro negro. Solo que él todavía no lo había aceptado.
Debía mantenerse firme, no podía dejar a Sally atrapada en esa azotea rodeada de estos asesinos desenfrenados.
El sonido de un helicóptero llenó de esperanzas sus golpeados corazones. Gritaron con todas sus fuerzas. Era la cruz roja. Los había visto.
Sally lo abrazó.

- Nos vamos a salvar. Nos vamos salvar. Es la cruz roja.

Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras sonreía buscando un gesto afirmativo por parte de él. Estaba tan afectada que todavía no terminaba de entender que significaba ese helicóptero. Necesitaba que él le dijese que sí, que se iba a salvar como ella quería creer. Pero él no iba a correr la misma suerte. Ahora que ella ya no lo necesitaba, que iba a ser rescatada, se podía entregar a su realidad. Bajar los brazos. Aceptar que esas mordidas, su herida que no sangraba, su color de piel que ya había comenzando a cambiar, no se iban a quedar ahí, se iban a ir con él. Prendidos de su espina en una fusión implacable.

- “Tomen el chaleco, introduzcan la cabeza y pásenlo por debajo de sus brazos.”

Ambos escucharon la órden. La ayudó a ponérselo, pero no se colocó el de él.

- Vic, ponte el tuyo. Vamos, póntelo. No me haga esto. Victorrrrrrr

Victor no quería convertirse en eso estando tan cerca de ella. No quería atacarla. No quería lo que le estaba pasando.

- “Señor, tome el chaleco, pase la cabeza por el medio y póngalo debajo de sus brazos”

Ello lo miró devastada.

- Ok Sally, iré contigo.

A lo mejor no era el momento de dejarla sola. O no quería aceptar que había llegado el suyo. Como sea, la iba a acompañar.
La puerta finalmente cedió.
Ya no era media docena, si no varias docenas los que salían de esa puerta. El piloto vio la ola asesina que se desplazaba hacia ellos y no tuvo alternativa más que hacer trepar el helicóptero.
Víctor apenas había llegado a ponerse el chaleco. Pero el tiempo no alcanzó, la nave no llegó a elevarse lo suficiente. Víctor levantó las piernas, pero a ella la agarraron del tobillo, del cual uno de ellos colgaba, y a su vez varios más colgaban de él.
El rostro de Sally expresó el horror que la invadió con mayor claridad que sus palabras de pedido de auxilio.

Víctor cerró lo ojos. Respiró hondo. Abrió sus ojos, otra vez vidriosos, que no le permitían ver claramente a Sally. Apretó los dientes e hizo lo que tenía que hacer. Se sacó el chaleco y se lanzó sobre sus enemigos. El hombre del helicóptero gritaba que no lo haga, pero ya era tarde.
Víctor cayó sobre ellos y con la misma furia embravecida con la que forcejeaban golpeó brutalmente al captor de Sally. Una y otra vez golpeó su cabeza. Sintió como se fracturaba la mano y el terrible dolor que le causaban las múltiples mordidas que recibía en todo su cuerpo. Gritó tan fuerte como el sentimiento de ira que lo llevaba a seguir golpeando la cabeza de ese maldito monstruo.
Consiguió desprenderlo y cayero al suelo. Sally estaba libre.
Víctor siguió golpeando la cara del cuerpo inerte de ese demonio que osó tomarla del tobillo, mientras seguía siendo atacado por el resto. Continuó golpeándolo repetidamente, con toda su fuerza, hasta caer inconsciente y en ese momento todo terminó para Víctor. Él, ya no era él.

Inesperada 4ta parte!

Un día de camping - 2da parte

(1era parte)
Ya estaba amaneciendo. Prácticamente no había podido dormir. Los ruidos y el miedo a caer del árbol lo persiguieron toda la noche.
Debería esperar por ayuda o alejarse de aquel lugar? Si esperaba, cuanto tiempo podría pasar hasta que alguien llegue? Y si alguien llegara, podría confiar en ellos? Su colega de años intentó matarlo, o esa era su más probable intención. Era demasiadas preguntas. Prefirió intentar escapar.
Sabía que ir hasta el río era muy peligroso. Acercarse a la orilla lo expondría y podría ser visto desde cualquier lado. Debería resistir y privarse del agua que tan lejos no estaba, porque se llegaba a escuchar.
Caminó en sentido hacia la carretera. No era muy transitada y hoy no era la excepción. Supo que muy a su pesar, no podría caminar por el medio porque sería presa fácil, así que se mantuvo a un costado.


Luego de varios kilómetros un sonido familiar llamó su atención. Era un motor. Sea quien sea, por lo menos tenía la capacidad de conducir, lo cual a su criterio, lo diferenciaba del comportamiento animal que observó en las personas del campamento.
Esperó hasta que esté cerca y salió al medio de la carretera casi sin dejar una distancia suficiente para que el vehículo detuviera su marcha. De hecho la distancia no fue suficiente y lo golpeó, cayó sobre el capot y rodó para un costado.
Otra vez su sistema nervioso central hacía caso omiso de las señales que recibía de sus sensores.
Víctor se levantó y vio con alivio que el coche estaba siendo conducido por Sally, una chica estadounidense que venía a compartir métodos de enseñanza para los boy scouts. Ella estaba aferrada al volante con las 2 manos, parecía físicamente sana, pero su mente estaba gravemente herida.

- Sally, soy yo. Víctor. Te acuerdas de mi? No quiero hacerte nada. Solo quiero ir contigo.

Sally no podía hablar. Estaba totalmente consternada.
Decidió que mientras ella estaba paralizada, debería subir antes de que de sea tarde.
La cara de Sally cambió. Víctor aterrado miró hacia donde miraba ella. Había una persona parada al costado de la ruta, 30 metros delante del auto. Le faltaba un brazo, pero su cara estaba completamente inexpresiva. La herida del brazo cercenado no sangraba. Los 3 se quedaron estáticos, hasta que este individuo que inexplicablemente se mantenía de pie comenzó a acercarse directamente hacia ellos.
Las ruedas comenzaron a chillar, el auto todavía no avanzaba, pero estaba a punto de hacerlo. Sally gritaba y presionaba el acelerador con todas sus fuerzas. Víctor se metió por la ventana y desde su posición invertida sintió el golpe y los ruidos del cuerpo rodando sobre el auto.
Se acomodó y pacientemente consiguió que Sally baje la velocidad y le cuente lo sucedido. Ella no sabía mucho más que él. Había ido a comprar provisiones y cuando volvió al campamento un grupo de gente violenta, ensangrentada y mortalmente herida se abalanzó sobre su auto. Eso explicaba la sangre que lo cubría. Nunca había visto tanta sangre junta.
Cuando consiguió bajar su ritmo cardíaco y tranquilizarse notó que el golpe del auto había lastimado seriamente su pierna izquierda. Tenía un corte que sangraba generosamente. Se vendó en un vano intento por negarse a si mismo las complicaciones que esto le podría traer. Pero si ese era el costo pagado por estar en ese auto en movimiento y no solo en el bosque, no parecía tan alto.
Luego de varios kilómetros comenzaron a adentrarse en la civilización, o por lo menos, el sitio donde ella solía habitar. La ciudad era literalmente una zona de guerra. Camiones militares incendiados, cuerpos sin vida desparramados por doquier. Claras señales de explosiones y agujeros de balas de grueso calibre.
Su mente concibió decenas de teorias o explicaciones, pero eso sólo agravaba la situación. Se detuvieron en una farmacia. Los básicos conocimientos de Sally de enfermería le permitieron coser y cubrir la herida de la pierna de su compañero.
Tomaron agua y aprovecharon el baño. Sabían que deberían salir de ahí, que tarde o temprano ese no sería un lugar seguro, pero no era tan fácil.
Manteniéndose juntos, se decidieron a recorrer la tienda en busca de cualquier cosa que les pudiera servir cuando salieran de allí.
En la parte trasera estaban almacenadas cajas de medicamentos cerradas, demasiadas. No tenía sentido, quizá esto no es algo tan reciente y la gente se estaba preparando.
Su corazón se detuvo. Su piel empalideció. Negaba lo que estaba viendo. Sally poco sabía de lo que estaba sucediendo. El farmacéutico, con la cara destrozada a mordiscos lo miraba desde una esquina mientras le goteaban fluidos que se escurrían de su boca.
Lucharon encarnizadamente. Sally explotó una catarata de gritos, lágrimas y quejidos.

continuará una vez más...

Un día de camping - 1era parte

- Juan! Juan! Me oyes? Juan! Contesta si escuchas mi voz!

Víctor nunca había perdido a uno de sus niños. Si bien se preocupaba por Juancito que llevaba varias horas perdido, en el fondo se alegraba de no haber sido él quien lo haya perdido, sino que fue su colega de la escuela de Boys Scouts, Ernesto, quien lo perdió. Además no era la primera vez que Ernesto perdía uno, ya era hora de que el supervisor general tome los recaudos necesarios antes de que pase algo grave, como esperaba que no haya sucedido esta vez.
Juan seguía sin contestar los llamados de Víctor. La tarde ya estaba cediendo su lugar a la noche y costaba ver entre los árboles, pero no podía dejar a Juancito perdido en el bosque de noche. Armado con una victorinox y una linterna de bolsillo, se las tuvo que arreglar para seguir la búsqueda.
Pensó que la dirección hacía el río, que era con una leve pendiente, era el camino a seguir. Se imaginó que un niño queriendo explorar avanzaría por el camino más fácil y la leve inclinación del suelo hacía el río proponía esa situación. A lo mejor tenía suerte.
Lamentablemente en algún punto estaba equivocado, porque llegó al río y no había ni rastros de Juan. Decidió volver, inclusive se podría sorprender con la situación de que ya lo hayan encontrado y ya esté en el campamento. Nunca le gustó la idea de que no llevar celulares para no arruinar el clima de unión con la naturaleza y desconexión de la ajetreada vida de la ciudad, que desde la ubicación del campamento estaba a unos 30 kilómetros.
Ya había oscurecido, faltaba muy poco para llegar, cuando empezó a escuchar los gritos. Principalmente provenían de niños, pero también se escuchaban hombres y mujeres. Las voces y gritos eran muy lejanas, pero era claro que algo estaba mal. Un oso tal vez? Apretó el paso.
Pronto se encontró a si mismo corriendo. Sus glándulas secretaron adrenalina en respuesta a los estímulos que ya no lo alertaban, si no que lo perturbaban. Su presión arterial aumentó, su corazón que ya era un caballo desbocado y su respiración aumentaron más todavía, sus pupilas dilatadas dificultaban aún más la visiblidad en la oscuridad del bosque. Sentía que su cuerpo era una locomotora a toda potencia.
La imagen de lo que vio perforó su templanza y lo hizo romper en llanto. Todos sus músculos faciales se contrajeron transformando su cara. Todavía no lo habían detectado, se escondió detrás de un árbol caído. El quería ayudarlos, de verdad que si. Pero ya no había nadie a quien ayudar. La sangre había salpicado todos los objetos que rodeaban el fogón del campamento. Algunos de los chicos estaban tirados en el suelo, todavía pataleando y gritando, el resto se alimentaba violentamente de sus cuerpos maltrechos.
No pudo resitir, el vómito se abrió paso por su boca y salió entrecortando su agitada respiración. Lo escucharon.
Ernesto, que le faltaba toda la mejilla derecha y tenía multiples heridas, difíciles de identificar por la sangre que las cubría, levantó la cabeza. Miró en dirección a donde estaba Víctor que se agachó más, al punto de ya no poder ver. La tensión era irresistible. Necesitaba saber si se le estaban aproximando, si lo habían visto, o que demonios estaba pasando.
Levantó levemente la cabeza y asomó su arremolinado pelo y ojos llorosos. Ernesto lo vió. Se quedó mirándolo fijamente. Víctor pensó que podría hablar con él, explicarle que era su compañero que no había que atacarse. Esta idea no llegó a tomar forma en su cabeza cuando Ernestó empredió carrera hacia él. Los gritos salían de su boca arrastrando consigo sangre y pedazos de carne y venas.
Víctor intentó saltar hacia atrás, pero se rebasbaló con los restos de su vómito involuntario. La angustia fue abrumadora, se dió vuelta y comenzó a correr con todas su fuerzas. Las ramas que lo golpeaban y magullaban eran absolutamente ignoradas por su sistema nervioso. No necesitaba mirar para atrás, los gritos y golpes que producía Ernesto, o lo que quedaba de él, indicaban lo cerca que estaba. Corrió durante varios minutos, minutos que duraron horas. Ya lo había perdido, pensó que subirse a un árbol era su mejor estrategia. Allí podría recuperarse y hacer un reconocimiento del oscuro terreno.
No tenía ni la menor idea de su ubicación, del tiempo que había corrido, que estaba pasando y de lo difícil que era pensar en esas condiciones.
Que era lo que había visto? Como podía ser eso posible? Todos eran animales salvajes sin capacidad de razonamiento. Se preguntaba que podría haberles hecho esto. Pero lo que más atormentaba su mente eran los gritos de los chicos indefensos que seguían haciendo eco dentro de su cabeza.
Vio movimiento entre las plantas. Se agazapó sobre la rama en la que estaba apoyado, gotas de sudor frío recorrian su cien.
Primero se asomó una pierna, lentamente vio aparecer el brazo. Los movimientos eran lentos, pero firmes. Cuando lo pudo reconocer sintió un gran alivio. Era Juancito.
Llegó a llenar sus pulmones con aire para llamarlo por su nombre cuando en ese exacto momento una niña, que no tendría más de 8 años, se le abalanzó, directo a su cuello. Las mordidas eran desenfrenadas, parecía un animal rabioso. Pobre Juan casi no tuvo tiempo de gritar. Víctor tenía problemas para ver lo que pasaba, las lágrimas nublaban su vista dejándolo casi ciego.

continuará...

miércoles, 27 de octubre de 2010

Los 10 mandamientos inhumanos

El otro día estaba pensando en los 10 mandamientos.
Mientras más pensaba en eso, más me convencía de que muchos de ellos no es que eran muy difíciles de cumplir, si no que directamente no eran humanamente posibles.
Según se enseña en el actual catecismo de la Iglesia católica los diez mandamientos son:
  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
  2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
  3. Santificarás las fiestas.
  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás actos impuros.
  7. No robarás.
  8. No dirás falso testimonio ni mentirás.
  9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
  10. No codiciarás los bienes ajenos.
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas. Hace falta que haga algún comentario sobre esto? Alguien realmente puede pensar que un ser humano es capaz de hacer esto? Como se puede amar a algo que no se conoce más que, por ejemplo, a uno mismo o si querés, a un hijo? Con este arrancamos mal.

2. No tomarás el nombre de Dios en vano. Ok. Eso se puede hacer. Pero sin embargo no se hace. No se que onda, pero "por Dios" o "por el amor de Dios" son frases que se escuchan muy seguido.

3. Santificarás las fiestas. Este es más fácil. Aunque en realidad se haga de la boca para afuera.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre. Estamos de acuerdo. Pero también tendría que decir que los padres harán lo propio con los hijos, porque las barbaridades de las que me fui enterando en la vida de padres que abusan de muchas maneras distintas de sus hijos ponen la piel de gallina.

5. No matarás. Lo irónico es que la iglesia católica sea la que publique este mandamiento, junto con el resto, para colmo.

6. No cometerás actos impuros. Como cual? Como disfrutar del propio sexo o del sexo con una pareja? Porque también no cancelan el chocolate y las milanesas con puré? Es más, con que cara tildan de impuros esos actos que son tan puros en muchos casos?? (además de buenísimos)

7. No robarás. Bueno, acá está todo bien. Al parecer también es difícil de cumplir. Pero estoy de acuerdo con esta "orden".

8. No dirás falso testimonio ni mentirás. Si, está claro que mentir es malo, nuestros padres o tutores nos lo dijeron desde chicos. Lo que no nos dijeron era que iba a ser tan difícil no hacerlo. Yo creo que hasta debería ser mucho más fácil decir la verdad y no tener que hacer un esfuerzo mental jodido para inventar una mentira para zafar, pero poseemos una habilidad formidable de meternos en quilombos y de ser afectados por los estereotipos y muchas veces la mentira es la única salida "digna".

9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. Este me lo acordaba como "No desearás a la mujer de tu prójimo". Se ve que o me acordaba mal o evolucionaron. La cuestión es que este mandamiento es el campeón de los pedido imposibles. Cualquiera que conozca levemente a un humano sabrá de su tremenda incapacidad de controlar lo que desee, a lo mejor por eso lo cambiaron (si es que lo hicieron). No consentir pensamientos impuros es un poco más exigible que imponer que es lo que se puede desear y que no. Además, seamos honestos, si nos sacan nuestros pensamientos y deseos, que nos queda?? jajaja Debe ser una de las pocas cosas que nos damos el gusto de hacer libremente: Desear. Desear lo que realmente deseamos sin tener que caretearla. Bah, no taaaan libremente, otra vez el tabú y sus amigos se meten un poco en ese terreno nuestro...

10. No codiciarás los bienes ajenos. Este no me lo acordaba, no se que onda. Casi que se confunde con "no robarás". Pero codiciar es un sentimiento humano y como tal, no es algo a lo que se pueda poner una correa y mandar al canil para que no joda. Otro delirio imposible.

A lo mejor era verdad eso de que hubo contacto extraterrestre y que las pirámides era enchufes de carga de las baterías de las naves y que todas esas cosas que se escuchan por ahí y los mandamientos eran para estos alienes y no para los seres humanos. Sírvanse estar en desacuerdo y sepan comprender que esto es lo que yo pienso en este momento, y no estoy diciendo como son las cosas, si no como las veo yo.
Creo que ni siquiera se puede hablar de si estoy equivocado o no, si no que se podría decir que no medió el coco para entender estos diez mandamientos. Si es así, disculpen, es que no soy muy listo...

Que Dios los bendiga.

jueves, 21 de octubre de 2010

El Mérito

Digamos que el mérito son las acciones que hace que una persona sea merecedora de un premio, o castigo.

Pero cuán meritorio es el hecho de que alguien, por ejemplo, gane una carrera de 100 metros lisos? o rasposos para el caso.

Podríamos decir que tiene mérito porque entrenó tenazmente durante años. Bueno, el resto de los competidores habrá hecho lo mismo o algo similar, no?
Pero el tema es que esta persona que ganó la carrera no tiene mérito, o por lo menos no tiene más mérito que el que salió ultimo. De hecho no tiene más mérito que el que gritó desde el sillón de su casa mientras lo miraba por TV. Por lo tanto, si todos tenemos el mismo mérito, se puede decir que nadie lo tiene.

La explicación de este razonamiento es la siguiente:
Si una persona A tiene un físico más apto para correr que otra persona B y A le gana una carrera a B, entonces A no tiene el mérito que tendría si B le hubiera ganado a A, dada su inferioridad de condiciones físicas.
Pero que pasa si B gana? Aplausos y papelitos.
Acá está la cuestión, B podría tener un carácter mucho más fuerte, ser más disciplinado y de esta forma obtener mayor rendimiento de su cuerpo. Por consiguiente dos personas con físicos distintos y temperamentos distintos dan de sí lo que la combinación de todas su virtudes juntas sumen. Ni más ni menos. Es el caso de la libre y la tortuga.
Así también podríamos decir que un premio Nobel no tiene ningún mérito, ya que su inteligencia y determinación son las que lo hicieron merecedor. No es que él haya hecho algo que otro también pueda hacer, pero no haga. El otro no puede hacer lo que hizo él, por eso digo que no hay mérito alguno. De la mismísima manera que una persona alta no tiene ningún mérito por serlo.

Voy a dar otro ejemplo.
Juancito es muuuuy feo, pero gana minas como un campeón. Tiene más mérito que su amigo lindo que gana la misma cantidad de minas que él? Y que porqué lo tendría? Juancito no es fachero, pero tiene labia y actitud ganadora. Y eso es tan parte de él como la cara linda de su amigo.

El que estudia y se rompe el tujes y termina la carrera primero que todos no tiene más mérito que el que la termina último. Tiene más inteligencia o disciplina o un padre castrador que lo presiona para que estudie. No hay mérito por estudiar más que otro, porque el que lo hace, tiene la capacidad de hacerlo. El que es muy vago tiene una capacidad menor.

Así que el que se vanaglorie de lo que consiguió y se crea el más campeón, solo alardea de lo que la naturaleza y el contexto le regalaron, pero él, realmente, no tiene mérito alguno.
Saludos cordiales.



martes, 19 de octubre de 2010

El escape

Lucre sabía que no las iba a encontrar fácilmente, así que había empezado a buscar las llaves casi una cuadra antes de llegar a su casa. Las carteras de las mujeres son como esas casitas mágicas que de afuera solo se ven de 1 metro cuadrado, pero dentro hay sitio para un piano de cola y el pianista también.
El sol todavía iluminaba desde arriba, trabajar con el horario europeo tenía sus ventajas. Si bien la alarma sonaba muy temprano, a las 5 de la tarde, mientras todavía brillaba el sol, podía disponer de su tiempo.

- Hola! Llegué. Hay alguien?
- Si hija, estoy yo.
- Hola mamá.

Elizabeth, su madre, era una mujer sobresaliente. Lo que se dice una eminencia. Contaba en su haber con una gran cantidad de reconocimientos y distinciones por su excelente trabajo en el campo macroeconómico. Área de estudio en la que también se especializó la hermana de Lucre, Agustina.
A diferencia de su hermana y madre, Lucre se inclinó por la microeconomía. Siempre pensó que los aspectos determinantes estaban en los detalles, en la gente, y que por eso los comportamientos económicos eran tan difíciles de predecir.
A pesar de su excelente promedio y de lo brillante que era, ella siempre sintió que no brillaba lo suficiente a los ojos de su madre, que solía compararla con su hermana. Agustina se oponía a estas comparaciones, pero luego de que Elizabeth terminara de expresarlas. En el fondo la hacía sentir bien con ella misma. Sabía que haber elegido la misma carrera de su madre fue un error, que no era lo que realmente quería, lo de ella era el Marketing, pero no tuvo las agallas de su hermana para estudiar lo que en verdad le gustaba. Por eso en algunos momentos sentía cierta envidia.

Sin importar que estaba soñando Lucre, el despertador sonó. Siempre lo hacía, era un desconsiderado, pero por lo menos era confiable. Bastante más de lo que podía decir de su último novio. No es que él la haya traicionado, era un buen chico, pero al igual que los anteriores, no le dio lo que ella buscaba, y eso, en cierta forma, era una manera de traición. Sin embargo, no los culpaba, que podían hacer si no eran lo que ella necesitaba? Es más, cómo iban a saberlo, cuando ni ella lo misma lo sabía. Aunque ella creyera que sí.

- Ya escribiste tu ensayo Lucrecia?
- No mamá, no tuve tiempo.
- Que diría tu padre si todavía viviera! Que horror. Y cuando lo vas a hacer? Un día antes? No te va alcanzar el tiempo.
- No se mamá, pero lo voy a tener listo para cuando lo tenga que presentar. Como siempre hice.
- Porque no hacés como Agustina hija, ya tiene su todo listo y anillado y le faltan 2 semanas para la fecha de presentación!
- Dejala mamá. Lo va a hacer cuando ella quiera.

Dijo Agustina, como de costumbre, esperando a que su madre termine y sin interrumpirla.

Aunque a simple vista no parezca, verdaderamente era una familia muy unida. La muerte del padre en un estúpido accidente vial producido por un adolescente ebrio las había hecho afianzarse para sobre llevar ese difícil momento. Pero a veces estar muy pegados no deja espacio para el amor. O por lo menos, no el espacio que merece.

Otro día pasaba, pero Lucrecia era la misma y seguía sintiendo que en esa ciudad nunca iba a encontrar lo que buscaba. Su amiga de la infancia se había ido a probar suerte a Estados Unidos, y al parecer por sus mails, la estaba pasando fenomenal. A lo mejor ella necesitaba eso. Irse. Pasar un tiempo sola. Conocer otra ciudad desde adentro, vivirla. Descubrir nuevas cosas. Descubrirse...
Pasaron varios meses hasta que se decidió. Se iba a ir. Escaparse. El destino era Pretoria, Sudáfrica. Siempre le había interesado conocer ese país, además la firma donde ella se desempeñaba tenía convenio con varias empresas instaladas en esa ciudad y podrían facilitarle su ubicación allá.

Su madre se lo tomo bastante bien, tuvieron varias charlas sobre la seguridad y lo mucho que ella debería cuidarse. Ya no era una niña y podría manejarse bien.

“Última llamada. Pasajeros con destino Johannesburg por favor abordar por puerta A6”

Fue un poco más difícil de lo que ella pensó. Quizá si iba a extrañar después de todo, pero no era momento de flaquear. No había sido fácil conseguir un puesto de trabajo, un departamento y el dinero suficiente para estar tranquila.

“El tiempo de vuelo será de 10 horas 25 minutos, les agradecemos que hayan elegido volar con nosotros y esperamos que el vuelo sea de su agrado”

No pudo dormir muy bien, pero turista es la forma de referirse a los asientos que hacen que todavía valga más el tiempo de vacaciones porque además de trabajar durante un año para poder irse 15 días, había que hacerlo de forma incómoda. El problema era que ella no se iba de vacaciones precisamente.

El tren no era como a los que estaba acostumbrada. Será África, pero los trenes se parecían a los de Europa. Se ve que la influencia inglesa dejó una fuerte marca.
Ella se bajaba en la estación Pretoria, pero él se quedaba en el tren. Cuando ella subía él ya estaba ahí y cuando ella bajaba él seguía.
Su pinta era un poco informal, se apostaba a si misma que tenía algo de francés. Siempre con un poco de barba. No se parecía a la onda de sus parejas anteriores, pero tenía algo que le gustaba. Un estilo bohemio podríamos decir. Claramente su madre lo desaprobaría, no parecía tener estudios y una carrera profesional, daba la imagen de ir para el lado de lo artístico, un lado de ella con el que no tenía mucha relación en su vida, pero definitivamente, tenía algo que le gustaba.

En su mente ágil ya habían hablado cientos de veces, y más también. No había nada que él le pueda decir que ella ya no se lo haya imaginado. Como serían sus primeras palabras, el primer café, el primer beso, y el resto también. Ella ya sabía todo. Lo conocía.
Pero la realidad es que nada de esto sucedía. Todos los días lo veía. Ya sabía cuáles eran sus mejores remeras y pantalones. Pero seguían siendo completamente desconocidos el uno para el otro.
Trataba de que no se note que lo miraba, nada de lo que pasaba afuera de las ventanas del tren iba a cambiar, siempre era todo lo mismo. Jugar a verlo sin ser vista era mucho más divertido. Bueno, sin ser vista tampoco, ella quería que sepa que lo miraba, pero sin ser muy alevosa como para sostenerle la mirada en esos cortos momentos en que la relojeaba. Preciados momentos.
Ya iban 3 meses de vida en Pretoria. Los deslumbres de los animales y los lugares históricos pronto pasaron a ser una iglesia más, otro puente que cruza un río, nada tan especial.
Ese día ella estaba un tanto pensativa. Era esta una correcta elección? Era esto lo que ella quería? Estaba lejos de su familia, aunque con el wifi del vecino podía chatear a diario con ellas y sus amigas, no era lo mismo. Era tenaz y no se quería rendir fácilmente, pero tampoco quería pelear una batalla sin sentido.

“We are sorry to inform that this is the last stop. This train will be delayed due to a problem reported in the rail way 5 miles ahead”

Bueno, se ve que acá también hay problemas con los trenes, pensó ella. Todos bajaron comentando y preguntándose que podría haber pasado.
Nunca se había bajado en esa estación, Mitchell, faltaban 3 o 4 más para la suya. No le preocupaba como iba a hacer para llegar a su departamento, ya se las arreglaría. Algo de emoción y antirutina le dieron una palmadita en la espalda y la animaron poco en ese cuestionado día.

“Excuse me, may I ask you a question?”

De donde salió eso? Como fue que ella le estaba preguntando a él cómo llegar a Pretoria y no a cualquier otra persona? Se supone que él debería aproximarse, saludarla, preguntarle de donde era, demostrando que conoce a las mujeres y que sabe que ella no es de por ahí. Todo esto con un encantador tono francés.
Pasaron pocos minutos antes de que ella se enterara que su amigo francés efectivamente lo era, que había vivido en Madrid 1 año, así que además de ser tal como ella se lo imaginaba, hablaba español. Todo iba sobre ruedas.
El se ofreció a acompañarla en bus hasta cerca de su casa y después el seguiría a pie, ya que su parada era la siguiente.
Cómo hacer para que esto no termine se preguntaba. No quería dejarlo ir. El era lo que ella necesitaba, alguien que no sea el novio perfecto que buscaba su madre para su hija, si no el que ella quería. Quizá el que ella quería para darle el coñazo a la madre. No importa, como sea, era el que ella quería.
Que relajante fue que le pida su teléfono. El miedo de pensar que ese hombre seductor no se había fijado en ella y que seguiría su camino simpáticamente no le gustaba nada. Lucre no era de una belleza llamativa. Sin embargo era muy bella, pero solo a los ojos de los que la sabían ver. Era especial, era distinta. Un espectador casual no podría darse el lujo de admirarla. Ella era levemente consciente de esto. La duda era si él lo habría sabido ver…
No tuvo ninguna noticia en todo el resto de la semana. Se ve que debe tener muchas chicas a quienes llamar, pensó.

“One love - This is the way we found // One love - Even though they'll let you down”

Su teléfono sonaba. No había cambiado el ringtone. De alguna manera cada vez que lo escuchaba se sentía un poco en casa. Los sonidos tienen el poder de transportarnos más cómodo que los aviones, y no solo en el espacio, sino que también el tiempo.
Era él.

No tenía mucho tiempo para ponerse linda, por suerte había traído esos zapatos de taco alto que Agustina le insistió para que lleve. La pasaría a buscar bastante más temprano de lo que hubiera querido, pero como decirle que no. Ya había estado pendiente de ese maldito celular demasiado tiempo esperando su llamado.

La comida estuvo perfecta. La aire de la noche y el vino le permitieron sentirse cómoda y soltarse, por suerte. Porque estaba bastante nerviosa. Después de todo, no solo era su primera cita en Pretoria, sino que además era con él.
Se volvieron a ver algunas veces más. La confianza, atracción y el deseo fueron creciendo. Los besos que le daba la encendían desde adentro.

Llegó el momento en que él fue un poco más allá y la invitó a su casa.
Sería mala idea rechazar la oferta de ir a tomar algo su casa? Quedaría como una chica fácil? No quiso demorar la respuesta. Asintió. Pero dejó claro que ella era una mujer seria y que no la debería poner en una situación incómoda.

El vino que solía ser su aliado, esta vez, la estaba traicionando. Esos tragos que le permitieron relajarse en su momento, ahora le estaban jugando una mala pasada. Estaba derribando sus barreras, sus ataduras. Nada la detenía, nada la frenaba para empezar a sentir ese calor. Esas ganas de darse un beso profundo y dejarse llevar más allá.
Ésta vez, ella tomó la iniciativa. El beso la dejó boyando. Si con un beso podía hacerla sentir así, como sería si siguieran conociéndose?

La tomó de la mano y se dirigió al dormitorio. La vista desde la cama permitía ver la luna que iluminaba los techos bajos de las casas del barrio.
Esa era su noche. No iba a reprimirse, ya lo había hecho muchos años. Iba a hacer como esa amiga suya que descaradamente aceptaba las propuestas de los hombres. Se sentía un poquito atrevida, se sorprendió al ver que eso le gustaba.

Se recostó boca arriba y se quedó mirándolo. El se sacó la remera y dejó ver su trabajado físico. Ese hombre sabía lo que le gustaba a las mujeres. Era la medida justa. Músculos en su punto exacto. Abdominales envidiables. Por primera vez en la noche se sintió intimidada.
Ella usaba un vestido sueltito. No era una joya del diseño, pero tenía la simpleza y gracia que la caracterizaban a ella. Acostada permitía distinguir las bondades de su figura, que él ya había percibido.
Le apoyó la mano en la cintura y la fue deslizando hacia arriba. Llegó a sus pechos que pronto fueron descubiertos en alerta. Ella cerró los ojos cuando vio que se le acercaba para besarla. Levantó los brazos y los apoyó a los costados. Se entregó.
Ya había inspeccionado su cuerpo, ya sabía por dónde atacar. Descubrió los puntos débiles que su vestido brindaba. Poco tardó en llegar a su intimidad y sentir su desnudo aspecto. Sus dedos se movían con una maestría desconocida para ella. La tocaban, la acariciaban, la llenaban, la hacían desear y la satisfacían. Se paseaban libremente desde atrás hasta adelante. No había sitio seguro en su cuerpo, la invasión tomó hasta el último de sus bastiones.
Los besos fueron bajando por su cuello. Se desabrochó los 4 botoncitos que mantenían cerrado el escote del vestido, no quería que se interpongan en el camino de sus labios. Los besos siguieron y pronto llegaron a la cresta de sus olas. Ella sentía la lengua, los dientes, las pequeñas mordidas y el pelo de su corta barba rebelde en su pecho. Quería arrancarse el vestido. Una yegua salvaje en su interior peleaba para salir, cabalgar libremente por las pendientes de esas sábanas delicadas que los rodeaban. Mientras tanto él comenzó a levantarle el vestido en la zona de la cadera. Hizo un disimulado movimiento que le permita a tu amante levantar el vestido con mayor facilidad. El bajó hasta su pierna desprotegida y comenzó a subir recorriéndola con su boca. Cuando llegó a su destino, rozó con sus labios los de ella y siguió hasta el otro lado donde continuó con su estampida de besos profundos y suaves caricias. Volvió a la carga dirigiéndose hacia el punto central. Ella rogaba que esta vez él se quede ahí. Un mar de placer brotaba de entre sus piernas, en el cual François se sumergió durante varios minutos. El poder de las sensaciones que la invadían la hacía arquearse, echar la cabeza para atrás, pasar sus manos por su pecho y apretarlo. Estaba a punto de explotar. En ese momento justo, casi como si estuviera dentro de ella y supiera lo que se venía, él se detuvo. Se le aproximó hasta quedar justo en frente de su rostro y permaneció mirándola con sus penetrantes ojos negros. Continuó mirándola durante varios segundos. Ella sintió una leve incomodidad hasta que por fin él le regaló una sonrisa. La tensión se dispersó y ella también sonrió.
Sutilmente comenzó a sacarle el vestido, pero ella, contrario a lo que se hubiera esperado, se sintió sobrexpuesta. No es que no se llevara bien con su cuerpo, pero perder su armadura de tela la dejaba muy vulnerable. Que pasaba si la veía tal como era y no le gustaba? Se cubrió disimuladamente, o no tanto tal vez, y acusó necesitar pasar al tocador.
Una vez en el baño se miró al espejo y se dio coraje. Iba a salir cubierta con una toalla en forma sensualmente sugestiva, con actitud provocadora. Iba a ser sexy. Iba a ser una mujer que él no pueda olvidar tan fácilmente.
Cuando se puso la toalla alrededor de desnudez notó que no era la primera mujer que lo hacía. Una manchita clásica de una chica en uno de sus días delataba que hacía poco que había cubierto otro cuerpo, que claramente no era el de ella.

Cuando salió del baño él no ya no estaba. Habrá ido a buscar más vino? Se preguntó.
Tímidamente caminó por el cuarto hacia la puerta. Tampoco estaba en el living. Sus pies sentían el frío del piso de mármol. Fue a la cocina y tampoco lo encontró. Una puerta oxidada daba a lo que probablemente era un lavadero. Sabiendo que no era lo más apropiado la abrió. Era un lavadero. Al momento de cerrar la puerta vio un reborde en el suelo que al principio ignoró, pero su mente inquieta la llevó a volver a abrirla y agacharse a recogerlo.
“Adia Chausiku”. Era un documento de identidad.

- Acá estoy. Otra vez se metió el gato de la vecina. Se lo fui a llevar así no viene a buscarlo y nos ahorramos su interrupción.
- Encontré esto. Esta no era la chica que estaba en las noticias? La que reportaron desaparecida?

François hizo un gesto de resignación con la boca, sonrió con un dejo de asco a la vez que negaba con la cabeza.

- Tenías que ser tú la que lo encuentre, no? No podías quedarte en la habitación, en la cama, donde perteneces, verdad?

Lucre sintió un frío por la espalda. Movió los dedos de los pies intentando conocer el terreno sobre el que estaba parada. La toalla que la convertía en la diosa de la sensualidad apenas cubría su tembloroso cuerpo. Era como si se intentase esconder detrás de una servilleta. Una lágrima rodó por su mejilla.

- Me quiero ir.

Dijo con un tono de voz que intentaba sonar en control de la situación.
Él movió la cabeza denegando su intención mientras se acercaba al equipo de audio.

- Mi querida Lucre. Eres una chica inteligente. Sabrás que no puedo dejarte ir.

Luego esas palabras la música comenzó a sonar en un volumen considerablemente alto. Ella supo que estaba en una situación complicada.
Se acercó a la puerta sigilosa, pero rápidamente. El estaba de espaldas, no la vería. Pero la puerta estaba trabada. Intentó varias veces abrirla repitiendo la misma acción giratoria con el picaporte, pero el resultado siempre era el mismo.
La fuerza con la que la tironeó del brazo le sacudió la voluntad más agresivamente de lo que lo hizo con su cuerpo, el cual cayó casi 2 metros al costado, en dirección hacia el dormitorio. Sosteniéndose la toalla se levantó y corrió hacia la ventana de la habitación. Allí podría gritar por ayuda.
El peso del cuerpo de su atacante la empujó sobre la cama. Cuando ella se imaginó estar debajo de él, no había pensado estarlo en estas condiciones.
Forcejearon unos momentos. Él podría haberla sometido en segundos, pero quería que ella lentamente fuera tomando conciencia de su destino, y a su vez, que rozara la idea de que podría salvarse. Era un juego macabro.
En un deliz de distracción, en medio del pataleo, logró aplicarle un rodillazo que lo desarticuló por un momento. Se safó e intentó correr. Pero la tomó del tobillo y cayó de bruces. Justo al lado de sus zapatos. Agarró el zapato, lo apretó con fuerza y giró sobre sí misma, él se le estaba abalanzando en el mismo momento que el taco del zapato orbitaba alrededor del cuerpo ella, guiado por su brazo decidido. Entró justo por su tráquea. Pudo sentir como el taco la perforaba con la misma impunidad que él lo había hecho con su alma. Francois se llevó las manos al cuello y se sacó el zapato que tenía incrustado. Sus ojos estaban encendidos. La ira lo dominaba. Su corazón golpeaba su pecho con la furia de mil toros.
Lucrecia saltó hasta el baño y se encerró. Intentó trepar a la ventana pero se resbaló y tiró la cortina de la ducha, que golpeó el portalámparas haciéndolo explotar.
El chispazo dejó la casa sin luz, la música se extinguió. Todo pasó a ser silencio y una frágil oscuridad, que era quebrada por la luz de la luna.
Escuchó pasos aproximándose y la puerta se sacudió, una de las maderas que la conformaban se partió dejando ver la angustiante cara de su amante con el cuello ensangrentado. Tambaleándose dio unos pasos hacia atrás y cayó sentado, su espalda quedó apoyada en la cama. Ella lo miraba aterrada. El la miraba con odio. Se podían escuchar los vanos esfuerzos que hacía por respirar. Sus manos que intentaban cubrir el río de sangre y burbujas que brotaban de su cuello cayeron a los costados, las fuerzas lo abandonaban. Pronto la vida lo hizo también.
Lucre se quedó sentada en el piso abrazándose las piernas hasta que pudo levantarse y dar aviso de lo sucedido.

Era hora de volver a casa con su familia.

En el avión le tocó una ancianita conversadora, sentada justo a su derecha. Pero los años le pesaban y poco tiempo tardó en entregarse al sueño, pero antes de eso le dijo:

- Mijita, que viaje más lindo has hecho. Yo también hice viajes cuando tenía tu edad. Me encantaba conocer ciudades y personas nuevas.

La simpática ancianita hizo una breve pausa, supo leer muy fácilmente que algo le había sucedido y que Lucre no volvía a casa en la mejor de las condiciones. Extendió su cansado brazo y señalándole el pecho con su dedo índice, agregó:

- Quizá ahora puedas buscar en tí, lo que has querido encontrar allí.



Agradecimientos para Sol por iniciarme y a Fori por guiarme.