domingo, 18 de septiembre de 2011

Saber lo que uno quiere. Arma de doble filo.

¿Qué estaría más bueno? ¿Saber que es lo uno quiere o saber lo que uno no quiere?
Por bastante tiempo pensé que yo sabía que era lo que si quería, también sabiendo un poco que era lo que no quería, pero de todas formas, mucho más centrado en lo que sí que quería y fuera del camino de lo que no quería.
El tema es que al final estoy bastante más ubicado en un lugar que antes no quería, que en uno en que sí quería. Pero eso no es necesariamente malo.
Lo malo de saber lo que uno quiere y conseguirlo, creo que sería que no habría sorpresas, no habría momentos inesperados que produzcan cambios importantes. Todo sería demasiado planeado. No se si alguien puede saber tan claramente lo que quiere como para hacerse un plan, que podría no ser el adecuado.
Saber lo que uno quiere es casi como vivir de acuerdo a un plan que lo tiene a uno mismo, y no como si uno tuviera el plan.
Tener muy claro lo que uno quiere, o mejor dicho, pensar que se tiene muy claro lo que uno quiere, podría llevar a conseguirlo, lo que podría ser una gran catástrofe.
Lo bueno de saber lo que uno no quiere, es que puede evitar esos caminos e ir eligiendo otros que ofrezcan diferentes alternativas y que un día una de esas complete alguna parte de las varias cosas que se buscan.
De esta manera, la vida tendría muchas más sopresas, y lo que es mejor, siempre se estaría a tiempo para tomar cualquiera de esas cosas con una etiqueta de “esto no lo quiero” y tacharle la parte del no. Guiarse por lo que uno no quiere abre un abanico tremendo de oportunidades y cosas nuevas en las que a lo mejor ni se había pensado.
En cambio, tener un plan, que al final lo tiene a uno, puede ser el camino perfecto para levantarse un día y darse cuenta de que la cagó.
Y eso es algo que no quiero.

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