sábado, 30 de octubre de 2010

El cafecito de la esquina

Era un día de esos que uno necesita salir al aire libre porque sabe que no puede pasárselo entre 4 paredes.
Estaba ideal para jugar al golf. Carlos había empezado hacía muy poco, su padre le había regalado una vieja bolsa de palos que sólo necesitaban una pulida.

Su mujer ya tenía planes con las amigas y los hijos siempre tenían planes, más un día como el de hoy, perfecto para 7 horas seguidas de esa consola de juegos que se ganaron con alguno de esos cereales que tienen animalitos en las cajas.

Iba a ser un día perfecto. Sol. Golf. Tranquilidad. No es que su vida no fuera tranquila, pero la vida en familia tiene sus sacudones.
Era un tipo simple, se ocupaba de sus cosas. En su casa no sobraba nada, pero tampoco faltaba.
Dicen que no es más feliz el que mucho tiene, si no el que poco necesita. Él era uno de esos.

El auto no arrancó, algo con el alternador de la batería, si no es que eran dos cosas distintas. Siempre pasa algo con “eso”.

Nada iba a detenerlo, se pidió un remise. Se acomodó en el asiento de atrás y disfrutó del viaje.
El pasto era de un verde especial. Que buen día lo esperaba.
Ya tenía todo preparado para salir.

- ¡Carlos! No lo puedo creer! ¿Sos vos? Loco estás hecho mierda! Jajaja Dame un abrazo
- ¿Cómo andás Martín? Pasó mucho tiempo. Nos egresamos en el 83.... 27 años.
- ¿Estás por salir? Vamos juntos. ¿No ibas a salir solo, no?
- Bueno, no se. Iba a tirar unas pelotas tranqui con este día tan bueno.
- Pero nooooo, no seas gilún. Vamos juntos que va a ser mucho más divertido de a dos.

Carlos no quería rechazar la oferta tan generosa de alegrarle la tarde que le hizo su viejo compañero de colegio a quien no vió nunca más y que casi no recordaba. ¿De qué podrían hablar? Nunca tuvo mucha relación con él.

El ritmo de Martín le resultó medio acelerado, pero le pudo seguir el paso hasta que terminaron.

- No te podés ir a tu casa ahora eh. Acá cerca tengo un bulo tremendo con vista al río y toda la movida. Vamos a tomar algo ahí. Vas a tomar whisky del bueno.
- La verdad es que no tomo mucho whisky y Mariana ya debe haber vuelto. Ibamos a tomar la merienda juntos en el cafecito de la esquina, tiene unas mesitas afuera que nos encantan. Lo dejamos para otro día si te parece.
- Pero noooo, ese barsucho es una tristeza jajaja! Si me decís que ibas a tomar un té inglés en el Museo Nacional de Arte Decorativo, ahí en Libertador y Pereyra Lucena vaya y pase. Pero ese cafesucho… Aparte podés ir cualquier día!
- A nosotros nos gusta eh.
- Bueno, mirá, vamos a tomar algo rapidito así conocés el bulo y después te acerco y podés hacer las dos cosas.
- Bueno, dale. Hagamos eso...
- Vos no tenés ganas porque nunca viniste. Ya vas a ver.

El “bulo” era realmente increíble. No se podía negar. Un poco ostentoso. Pero el buen gusto y la calidad estaban en todos los detalles.

- La verdad es que está muy lindo eh.
- Seh, a full. Lo decoró mi jermu. Bah, mi ex. Se enteró que me escapé a Bariloche con la atorranta de mi secretaria y me dejó la muy turra. Mejor, ahora tengo piedra libre para hacer la que quiera sin que me jodan.
Vamos que te voy a mostrar el pozo que estoy haciendo. Voy a clavar una pileta grosa en serio, va a ser la más grande que hayas visto.

El hielo resistía lo más que podía, pero de todas formas se iba diluyendo. El whisky los rodeaba casi por completo.

Cuando llegaron al pozo se dio cuenta que Martín iba en serio con lo del tamaño. Iba a ser difícil encontrar una pileta privada más grande que esa.
Martín insistió con sus incansables juegos de palabras y entraron a caminar por el pozo. Era un vacío gigante.
Las raíces lo raspaban. El vaso se le voló de la mano. Todo era golpes y violencia. Tardó unos instantes en saber que estaba cayendo por un agujero. Algo había pasado, a lo mejor era una grieta que quedó expuesta con la obra de la pileta majestuosa de Martín.

- ¿Estás bien? Martín. !Martín! ¿Estás bien?
- La puta madre boludo. ¿Qué carajo hiciste?
- ¿Nada, de que hablás? Nos caímos en un agujero que deben haber hecho los obreros.
- No seas boludo, esto estaba de antes ¿Para que van a hacer un agujero y taparlo con tierra?

El espacio donde estaban era bastante chico, pero se podían mover. La luz del celular de Martín permitía que se vean las caras de preocupación. El agujero por el que cayeron se tapó de tierra y piedras.

- No tengo señal, siempre lo mismo con estos hijos de puta. Tenemos que salir. Hay que empezar a cavar ya. ¿Cuánto aire te pensás que tenemos acá? No jodamos. O nos movemos o nos morimos. ¿Cómo te creés que llegué a donde estoy hoy? Dale pibe.
- Martín, tenés que tranquilizarte. Si cavamos mal podemos terminar totalmente sepultados. Acá hay bastante lugar, solo tenemos que pasar la noche y mañana la mañana cuando vengan los obreros nos ponemos a gritar y seguro que nos van a escuchar.
- No entendés nada vos eh. Siempre lo mismo. No se como terminaste el colegio. ¿Tu mujer estudió algo o es como vos? Acá no hay aire para aguantar hasta mañana. O cavamos o nos morimos.

La situación era tensa. Martín estaba fuera de sí, pero tenía razón. El aire no iba a alcanzar.
El primer intento de Martín por salir tardó muy poco en generar un pequeño derrumbe. La piedra que le dio en la cabeza lo hizo reaccionar. Los 2 tenían razón. Cavar tampoco era una solución.

- Mirá, lo que te voy a decir es muy drástico. Ya lo se. Pero uno de los dos tiene que dejar de respirar para que el otro pueda seguir haciéndolo.
- No Martín, pará un poco. No seamos extremistas.
- Ok, preferís que nos muramos los dos. Perfecto. Muy considerado eh.
- Y bueno. ¿Si uno tiene que morir, a quien le va a tocar?
- Carlos, es obvio papá. Pensá un poco. Tengo 2 compañías. Sabés la gente que depende mi? Yo me muero y se cae todo a la mierda. De mi depende la vida de 250 personas fácil. Si vos te morís tu familia cobra el seguro de vida, Mariana se vuelve a casar y listo. Es básico. Si me muero yo dejás más de 200 familias en la calle. ¿Vos podrías vivir con eso? ¿Te pensás que para mi sería fácil tener que ver como te matás y quedarme con vos muerto acá hasta que me rescaten? Pero me sacrifico. No elijo la salida fácil. Hago lo que es mejor para todos.

Por un rato se quedaron callados.
Carlos no podía creer los delirios que había escuchado y no le gustaban nada.
Él no quería morir. Nada más quería merendar con Mariana en el cafecito de la esquina que tanto les gustaba.

- La verdad es que no hay 200 familias que dependan de mí. Sólo una. Verlos cada mañana me llena de alegría. Mariana me prepara el desayuno con una sonrisa que me alimenta el alma. Los chicos cada día están más grandes, pero me siguen abrazando antes de salir para el cole con el mismo amor que lo hacían a los 5 años. Son lo más importante en vida. ¿A vos te parece que esa es poca razón para no querer morir? - Carlos sentía el desprecio con el que Martín se refería a su vida y esto lo molestaba - A vos quien te va a llorar? Nunca pensé que te iba a terminar diciéndote esto. Pero esas familias pueden conseguir otro trabajo. Mis hijos no pueden conseguir otro padre y tu ex mujer, a la que cagaste, seguramente ya haya conseguido tu reemplazo.

Martín sabía que nunca había sentido lo que expresaba Carlos de su familia. Pensaba que era cosa de las películas. Pero además de eso, las palabras de su antagonista lo llevaban de tener todo a no tener nada, lo hacían sentirse vacío. Carlos lo estaba despojando de todo. Lo había dejado herido y ahora se quería vengar.

- Carlitos, Carlitos. No me vengas con cosas profundas capo. ¿Alguna vez saliste de este país? Yo recorrí el mundo, sabés la historias de vida que tengo? Yo viví la vida en serio. Minas, guita, viajes, amigos, joda, las hice todas. Vos, dándotelas del romántico enamorado te la pasaste de tu casa al laburo y del laburo a tu casa. Me juego las pelotas que no te bancás a tu jefe y que te tiene cagando. Por eso te gusta tanto tu casa, porque cuando salís, sos un forro más. En cambio, para mí, el mundo es mi casa.

El tiempo seguía pasando y el oxígeno estaba cada vez más pesado. Martín miró su rolex, faltaban 12 horas por lo menos para que lleguen los obreros. No quedaba mucho tiempo. Había que actuar.
Carlos prestó atención a Martín cuando miraba su reloj y supo que la situación se iba a poner fea.
Apagó la luz de su celular. El asunto se puso más oscuro.

- ¿Ah sí? - Replicó Carlos. - Ahora estamos acá, y somos lo mismo. ¿A vos te parece que cambia algo lo que hayas hecho o dejado de hacer? ¿Te pensás que la frase “¿Quién te quita lo bailado?” es posta? Es una frase de consuelo. Ahora acá, nada de todo eso cuenta. Somos 2 tipos que nos vamos a cagar muriendo enterrados vivos.

Martín se quedó callado. La tensión cortaba el aire. La oscuridad era total, pero se podían ver.

- Decí lo que quieras. Ahora estamos igual, eso es verdad. Pero yo tengo los recuerdos de mis sueños cumplidos, vos tenés los sueños que recordás que nunca cumpliste.
- Si, pero mis sueños eran con la mujer que amo. En tus recuerdos seguro que sólo te acompañaba una fría botella de champagne.

Martín se entregó a un sentimiento de furia que nubló su mente. Recordaba donde había visto el vaso de whisky de Carlos, en un costado, estaba roto al medio. Encendió la luz de su celular. Tomó el vaso partido y lo cubrió con su mano. No lo podía mirar a los ojos, pero sabía que Carlos lo estaba viendo. ¡No era egoísmo, es sobrevivir, es supervivencia del más apto!

- ¿Para que querés ese vaso? ¿Por qué no lo dejás ahí mejor?

Necesitaba odiarlo para poder matarlo. No era tan fácil.
Su cabeza pronto hiló cientos de razones por las que debería hacerlo, Carlos se las estaba cantanto a viva voz, pero la que surcó y erosionó sus sentimientos fue esa sonrisa patética que dibujaba su boca cuando hablaba de esa familia que tiene.
Estaba listo, en un movimiento rápido, usando el vaso, podría desgarrar su cuello impunemente y la sangre brotaría como su odio hacia él.
Ya podía mirarlo a la cara, su ira y la adrenalina le daban fuerza y empuje, su respiración se aceleró y el corazón le bombeaba sangre hirviente. Lo miraba apretando los dientes. Estaba a punto de explotar en una catarata de vidrios, sangre y resentimiento.

- ¡Martín! ¡Martín! ¿Estás ahí? ¿¡Me escuchás!?
- Sí sí, ¡estamos acá! ¡No podemos salir! ¿Julito sos vos??
- Si, quédate tranquilo. Ya mismo pido ayuda.

Julito solía pasar por ahí a la tarde cuando sabía que Martín volvía de tirar algunas pelotas. Vio el auto, pero no lo podía encontrar. Por suerte el reflejo del vaso de Martín al lado del agujero llamó su atención. Los bomberos tardaron poco en llegar y la de Julito fue muy oportuna.

Pasaron algunas semanas, pero ellos no volvieron a hablar.

De a poco todo volvió a la normalidad para Carlos.
La tarde ya estaba cayendo, pero estaba cálido.
Que lindo era estar en el cafecito de la esquina que tanto les gustaba. Estaba con Mariana contándole sus planes de renunciar y empezar algo por su cuenta. Podría ser una buena oportunidad para ellos.
Iba a tomar el primer sorbo. Tantear la temperatura del café para no quemarse cuando escuchó una voz conocida.

- Mozo. Un cortado para ella y para mi uno en jarrito por favor.
- Que agradable es este lugar Martín.
- Sí viste, quería algo distinto... cambiar. Me lo recomendó un viejo amigo.



1 comentario:

  1. con razon hay planes de bariloche jaja, y acordate la moraleja: la felicidad no viene con vista al rio!!

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