jueves, 25 de noviembre de 2010

Orquídea

Los años de gloria por aquel premio Nobel en investigación científica ya habían quedado atrás. Aunque la comunidad todavía lo respetaba, los pasillos insensibles ya comentaban que había perdido su toque. Sus 15 minutos ya habían pasado.
Pero él sabía perfectamente lo que hacía, el mundo iba a tener que comerse sus palabras. El proyecto estaba demorado, pero eso no importaría. Una vez que esté listo, cambiará radicalmente el significado de esa palabra.

- Arthur, no podemos esperar más. Ya te hemos dado los 5 años extra que dijiste que necesitabas. Voy a dictar la orden y vamos a retirar todos los equipos, el personal y documentación.
- 2 años más.
- Imposible. No hay presupuesto. Tenemos cientos de prometedores proyectos que no se hacen realidad debido al tuyo, que solo traga fondos de los contribuyentes. No me comprometas.
- Si en 2 años más no lo tengo listo, trabajo para tí en el proyecto que quieras haciendo la tarea que sea por los próximos 10 años. No tienes nada que perder. Sábes que puedo ser muy útil en por lo menos la mitad de los proyectos que están actualmente en desarrollo. Esto va a revolucionar el mundo. Entiendes el alcance? - Dijo acompañado por un gesto con las manos. - No seas tu el que lo impida, estoy muy cerca. 2 años más.

Solo consiguió un 1 año. Debería bastar. Después de eso, el tiempo se vería con otros ojos. En la negociación perdió el 100% de su equipo técnico, pero su mente brillante y su tenacidad eran los elementos más importantes y siempre iba a contar con ellos.

Anotó en la bitácora fecha, hora, objeto y descripción:
2010-11-23 17:45:13 - Reloj Omega Chronograph - Sincronizado con el reloj de plataforma.

Cada vez que la miraba le recordaba la heladera de un frigorífico. Un cubo metálico con bordes afilados y una puerta que sellaba a la perfección. Suficientemente grande para que quepa una persona de estatura media.
Accionó una serie de interruptores y la puerta se abrió, gestionada por un mecanismo de alta presición. Era crucial controlar estrictamente la apertura y el cierre. Bajo ninguna circunstancia o motivo podía ser abierta durante la transportación temporal, las consecuencias serían catastróficas para el experimento y hasta para la vida en la tierra. Todavía no era seguro el grado de impacto, era difícil saberlo, pero no había dudas que sería masivo.
Depositó el reloj adentro y cerró la puerta.

Se tomó unos segundos, y acariciando su barba mal afeitada, dijo. - Cinco minutos bastarán.

Una vez acomodado en la silla de los controles, configuró todos los datos referentes al objeto a transportar, si es que se podía considerar transportar, indicó los 300 segundos correspondientes a los cinco minutos y presionó el botón rojo.
El sistema se puso en marcha, los zumbidos de los miles de voltios cargando en las baterías lo hacían sonreír. Tanto poder concentrado. Definitivamente ese era su lugar. La ciencia lo apasionaba.

- 3, 2, 1 TRANSPORTE! La voz que emitían los parlantes no era la sensual voz de una mujer, pero lo importante era que todo había comenzado.

Pasaron los cinco minutos. La puerta se abrió.
El corazón se le salía del pecho, las manos le temblaban. Estiró el brazo y lo tomó. Miró el reloj, estaba en perfectas condiciones. Hasta parecía brillar con mayor intensidad. Las agujas seguían cumpliendo su sincronizada labor. Exactamente 4 minutos y 55 segundos menos. Precisión suiza. Él mundo había vivido otros 5 minutos, pero ese reloj sólo 5 segundos.
Se pasó la noche entera transportando los objetos de su oficina. Todos eran perfectamente transportados hacia el futuro. Ninguno sufría ningún tipo de anomalía detectable a simple vista.

- Lo conseguí. Y me sobraron 2 semanas! je - Dijo con tono seguro y algo arrogante.
- Ok, pruébalo.
- Sabía que dirías eso. Por eso traje esta orquídea blanca. Quería pedirte que la firmes por favor. Y como todavía me quedan 2 semanas, voy a volver con un detalle de los resultados y la prueba que me pides en 7 días.

Arthur salió del salón armado con su flor. Le gustaba el dramatismo. Que gracia tendría llevarlo al laboratorio y hacer la prueba del reloj? O la del café humeante? Esto sería mucho más emblemático. Los libros de ciencia contarán la historia de Arthur y su orquídea.

Llegó al laboratorio, introdujo la flor en la máquina y configuró el sistema para la mañana del gran día.

- En que estaba pensando??? Como puedo ser tan tonto!! Una semana??? Que voy a hacer una semana con la máquina inutilizada!! Una semana!! Todo por esta maldita flor. Es increíble. Más vale que esta flor haga historia.

Por fin llegó el gran día. La sirena sonó y la puerta se abrió sin riesgo para la vida en el planeta.
La flor yacía inmaculada, como el estado en el que se encontraba cuando la introdujo.
La envolvió en un paño y corrió a mostrarla.

- Perdón? Ésta es tu prueba?
- Ten más visión! No te das cuenta del dramatismo?? No tiene gracia si te lo tengo que explicar. Es la misma flor que me firmaste, no lo ves? Está en el mismo estado, la transporté una semana al futuro. Para esta flor, solo pasaron un par de horas.
- Creo que lo mejor va a ser que terminemos con esto de una vez. Tómate la semana de gracia que te queda y nos vemos cuando estés listo para tu próxima asignación.
- De ninguna manera. Vamos a mi laboratorio ahora. Vas a ver la demostración de tu vida y te vas a tragar todas y cada una de tus malditas palabras.
- Ok, pero solo por el respeto que te tengo y porque quiero terminar con esto de una vez. Espero estar haciendo lo correcto. Pero nada de juegos. - Aclaró con tono impaciente.

Llegaron al laboratorio y Arthur repitió el proceso con su reloj. No era tan poético, pero era un buen ejemplo. Eso pensó él.

- Bueno, reconozco que es interesante. Es una heladera gigante que atrasa relojes? - Dijo riendo.

Arthur tomó aire, volvió la mirada hacia él, sonrió suave y transigentemente, acto seguido le pidió que tome asiento a un costado y le dijo que aguarde un instante.

Todavía le quedaba una semana, la iba aprovechar.
Se acercó con un punzó en la mano.

- Arthur...
- Tranquilo, no es para vos.

Levantó el brazo y lo dirigió hacia su mano violentamente. El punzó perforó su piel y agitó su sangre. - Sus gritos de sorpresa y dolor hicieron vibrar el aire tanto como su cordura.

- Ves esto??? Ahora voy a entrar en la máquina y voy a salir en una semana y mi mano va a tener esta misma herida. No vas a ver la más mínima señal de cicatrización o paso del tiempo.
- No, no, que háces? Estás loco? Conóces el protocolo, antes de experimentar con humanos hay que hacer cientos de pruebas!!! Detente.
- Esta va a ser tu prueba máxima bastardo. Ténme lista una gasa para cuando salga. Nos vemos.

Dió un saltó y cayó dentro de la máquina, la puerta se cerró y la luz roja se encendió. Se abriría automáticamente en 7 días.

La semana pasó y la puerta se abrió.
Lo esperaba una comitiva de élite. Las mentes mas sobresalientes del mundo de la ciencia estaba esperándolo. Un enfermero también. No había que olvidar su herida.

Los aplausos y elogios llenaban sus oídos y su orgullo. Una nueva era de excelencia y reconocimiento lo esperaban. En los colegios hablarían de él y sus creaciones.

El ambiente de jolgorio ya estaba bajando su espuma cuando su rostro empalideció al comprender la realidad que le mostraban sus ojos. Sobre su escritorio había un florero de cristal fino, transparente, alargado, su forma dibujaba una silueta suave. Contenía agua hasta la mitad, pero además albergaba una flor. Una flor que estaba firmada. Una flor que no había envejecido ni un minuto más desde el momento en que entró a la máquina.



Agradecimientos para Charly y Cande.

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